martes, 17 de marzo de 2015

Encariñarse con el pasado.

Me levanto lentamente y me siento en el borde de la cama mientras miro de reojo al hombre que descansa a mi lado, distante, frío y dormido.  Cojo mi espiral de colores que tanto me gustaba de pequeña y que nunca se movió de mi mesita de noche, lo enredo en mis brazos y hago que se mueva, arriba y abajo. Abducida e hipnotizada por el arcoíris que provoca, escucho la respiración agitada de mi acompañante. Se está despertando. Acaricia mi espalda desnuda y me estremezco. No quiero que me toque.
-          Buenos días, pequeña. – susurra. Noto su sonrisa.
-          Hola. – Por un momento creo que he sido demasiado seca, pero no dice nada al respecto.
Me giro y veo su dulce sonrisa recorriendo mi cuerpo, sonrío levemente y me levanto para ir al baño. Cuando llego, me doy cuenta de que todavía sigo jugando con mi espiral de colores. Qué suerte, él todavía tiene la infancia calada en sus finas tiras de plástico.
Me miro en el espejo y me siento ¿triste?, no lo sé, tampoco es tan malo como pensaba.


Sigo jugando. 

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